sábado, 15 de noviembre de 2008

Carta escrita por John Norman con motivo de la apertura de www.gorchronicles.com:

Publicada por Simon_of_Tabor el 2007/3/7

UN MENSAJE PERSONAL DE JOHN NORMAN

La siguiente carta fue amablemente escrita por John al abrir este sitio web.

“¡Qué asombroso es el fenómeno mundial goreano!
¡Qué inesperado, por supuesto para mi, que algo tan diferente y tan notable pudiera ocurrir!
No se sospechaba, no fue algo buscado, no fue previsto.

A veces pienso en mí mismo como alguien vagando, digamos, unos miles de años atrás, en algún desierto, que podría por casualidad haber descubierto el magnetismo, o alguna nueva fuerza de la naturaleza, una que no entendía, pero cuya realidad, una vez vislumbrada, era tan innegable como el mineral de hierro, o como la lluvia, o el viento, o el relámpago. Que trae su descubrimiento a los pasillos del adoctrinamiento, por error, y descubre para su sorpresa que la realidad no puede existir sin el permiso y la aprobación. Sólo se le permite existir selectivamente, y por ello ha de ser aprobada, incluso autorizada. La realidad no autorizada ha de ser negada, o al menos, discretamente encubierta.

La exploración, es por consiguiente peligrosa.
Y el descubrimiento parece ser peor.

Uno puede vivir una existencia de tres cuartos, por supuesto. La mayoría de la gente lo hace, y de menos. Ciertamente el nido es acogedor; ¿porqué abandonar el hogar?: el horizonte está lejano; es cuanto menos diferente; pero uno se cansa de los gusanos; y sospecha que las alas tienen un propósito.

¿Es la realidad tan terrible? No parece estar claro. Hemos estado viviendo con ella durante cincuenta mil años, e incluso hemos reconocido a veces ese hecho.
En cualquier caso, sobre el mineral de hierro, y la lluvia, y el viento, y el relámpago no se vota; no se remiten a los comités; son parte del tejido del que se componen las cosas, y se imponen, inexcusablemente; no buscan ningún permiso, ninguna aprobación.
Existen cosas como la naturaleza humana, el corazón humano, la mente humana, el cuerpo humano.

De ninguna manera inventamos las verdades biológicas de la naturaleza humana, del mismo modo que no inventamos la visión, ni el habla, la circulación de la sangre, el latido del corazón.
No inventamos a los hombres ni a las mujeres.

Son lo que son, y lo que no son es recipientes huecos que hayan de rellenar con cuantos más azúcares y almíbares mejor, los cocineros untados de humanidad, los intolerantes codiciosos de poder, los que imponen lo-que-debe-ser, aquello que consideren adecuado verter en los contenedores receptivos, neutros, contenedores en sí vacíos. ¡Qué afortunados son los recipientes cuando son etiquetados desde fuera por extraños que no los conocen, ni se conocen a sí mismos, y que los rellenen con cualquier contenido que estos extraños puedan considerar acorde a sus propios intereses!

Además, el ser humano no es un artefacto social, sino algo vivo, un animal notable; no es un producto manufacturado, no es un abrecartas, o un abrelatas, ni un gorro de fiesta, ni un sello de caucho, diseñado para otro propósito que para el suyo propio, aunque seguramente el animal original puede ser retorcido y torturado para darle formas inusuales. ¿Hay un hecho más visible en las cadenas de montaje de la sociedad? El hecho de que se le pueda privar a un árbol de minerales y agua, de que se puedan envenenar sus raíces, que se puedan arrancar sus ramas y corteza, y quitársele las hojas, con cuidado, una a una, no cambia nada. El hecho de que no se permita florecer al árbol, alcanzar su destino genético, no prueba que no pueda florecer, o que carezca de un destino genético. La subversión de tales verdades presupone de hecho su existencia. El ser humano moderno es demasiado a menudo un bonsai humano, cosechado, impedido, y colocado en maceta. El hecho de que una cosa viva se pueda doblegar, rasgar, y podar en una diversidad de demencias, dependiendo de la ideología de los dictados de los buscadores de poder político, religioso, y similares., no altera nada.

Los dictadores de valores no disponen de muchas credenciales; sus autocertificaciones son pomposas y vacuas; se sospecha de los papados de sus auto-canonizaciones. A veces pienso que sufren daño cerebral: quizás sus halos son demasiado pesados.
Con todo el respecto debido uno podría ofrecer la prueba de las consecuencias de la vida. ¿No merece la pena considerarlo?

Si una ideología provoca infelicidad, miseria, pena, división, enfermedad, aburrimiento, y odio, esto es seguramente no un elogio sino una acusación.

Dejad a los hombres y a las mujeres ser ellos mismos.

¿Acaso no merecen la oportunidad de investigar sobre sus propias naturalezas, como son, no como se les dice que han de ser?
En cualquier caso, la civilización goreana sugiere que las civilizaciones no necesitan ser prisiones, suprimiendo, dañando, y minimizando a sus víctimas, sino que podrían ser realces de la naturaleza, en realidad, parte de la naturaleza, en su desarrollo, no su antítesis, no su adversario.
¿Y por eso, cuál sería el gran daño si, aquí y, allí pudieran darse enclaves ocasionales de racionalidad, y honradez, algunos bolsillos diseminados de salud y cordura?

Eso no parece algo tan terrible.

Así que dejen que continúe el experimento goreano.
Y por ello doy la bienvenida más calurosa a un lugar nuevo, notable, un nuevo puerto en las aguas goreanas, una nueva fortaleza en sus montañas, una ciudad nueva, desafiante que se registrará en sus mapas, Chronicles of Gor.

Le deseo bien.

John Norman

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